martes, 17 de diciembre de 2013

El Acompañamiento Terapéutico como Experiencia.

El hombre moderno vuelve a la noche a su casa extenuado por un fárrago de acontecimientos –divertidos o tediosos, insólitos o comunes, atroces o placenteros– sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia.” Giorgio Agamben.
Lo que la experiencia despliega en el ejercicio del acompañamiento es parte de un ejercicio que se comienza a desplegar a partir de los dispositivos analíticos clásicos. Si bien, en este ejercicio se ha hecho de la situación del acompañamiento terapéutico un acto subordinado al del trabajo analítico en función del planteamiento inicial del mismo: La transferencia se Realiza a partir del encuentro del analista y el analizante. La figura del acompañante se he definido desde distintas posiciones, dependientes ya sea, de la corriente analítica en donde se encuentre sumergido este ejercicio. La figura del acompañante también puede variar en función de la corriente psicológica, académica e inclusive política en donde se hace manifiesto y eficaz el ejercicio del mismo.   
         En el campo de la clínica –hemos observado inclusive-  un cierto desdén hacía el estatuto del acompañante por parte de distintos profesionales pertenecientes al ramo, lo cual, sin ánimos de hacer parecer y padecer este documento como una hoja plagada de invectivas o algún estatuto más orientado hacía una declaración primigenia de estandarte reivindicatorio del trabajo del acompañante, podemos establecer que el acompañamiento es parte de una escena armada a partir de un dispositivo que tiene, no solamente líneas de acción determinadas, sino que ofrece un espacio de pluridimensionalidad.
         Miradas en juego en cierta colectividad no completamente compartida, malograda, imposible de decir por completo, equivoca y fragmentada, sorda y un poco ciega, mentirosa como la verdad misma.

         Pero, si por un lado- La Verdad, como tal, es inaprensible, ¿Podemos decir lo mismo de la experiencia? ¿Podemos acotar a la experiencia en un rubro específico del sujeto, en el que, a pesar de su carácter subjetivo, se vuelve la posibilidad de una enunciación? ¿La experiencia nos remite únicamente al ámbito de lo vivido? ¿Participa la fantasía como algo estructurante, edificador, consistente y además crucial para el curso del dispositivo? 

No hay comentarios: