sábado, 16 de octubre de 2010

Inscripción en las psicosis (texto completo)

Lo esencialmente nuevo en mi teoría es, entonces, la tesis de que la memoria no preexiste de manera simple, sino múltiple, está registrada en diversas variedades de signos”. Sigmund Freud.

Inscripción en las psicosis.

La huella, inscripción, es, como tal, aquello de lo que del sujeto va mas allá de la representación. Derivada del resto de lo que fue o es una presencia plena.

De la memoria y de lo que ella misma preserva, es de lo que damos cuenta en la operación de escribir, tornar y retornar en un tiempo que se disipa constantemente. Iterabilidad virtual manifesta y organizada como una escritura que se determina y constituye lo que, como señala Derrida, no es solo una función del psiquismo si no su esencia como tal.

Es, inclusive fuera de lo humano, que la huella se hace manifiesta. No es el lugar para dar cuenta de una posible continuidad para lo que ocurre en algunas especies de animales que dejan huellas deliberadas para algún fin que no podemos precisar en este momento pero es indudable, que, como tal, la inscripción, que ha sido determinante para forjar lo que, en términos muy diversos y problemáticos, es el principio, mítico, de la cultura.

La psicosis, que es, en definitiva, un padecer específico, el cual, recusa o forcluye lo que de elemental hay en una formula o anudamiento que siempre estará determinado por ese lapsus, por una no inscripción de una función fundamental en la constitución de una cadena significante.

Es ahí donde podemos distinguir las psicosis de otro tipo de posiciones estructurales, por ejemplo, la neurosis. Es en la neurosis donde el sujeto lidia con una división que lo remite a la imposibilidad de la obturación por el encuentro con un objeto que haga amalgama, que anegue el deseo y que lo remita al cese de la insistencia de aquello faltante que colmaría al sujeto, en el solo caso de encontrarlo.

En la psicosis podemos hacer el señalamiento de una situación radicalmente diferente. La psicosis es una clara muestra de lo que en el lenguaje se desencadena debido a una falta, de un significante que es primordial en la constitución subjetiva de los seres hablantes. La psicosis está inmersa en una clara dilucidación de lo que se rompe con ciertas convenciones o códigos del lenguaje.

Es Jacques Lacan quien, desde los comienzos de su prolija carrera, puede notar este tipo de desencadenamientos en lo que el nombra como cadena significante, la que da cuenta de estar constituida como: “su estructura propia en cuanto significante es determinante en esa atribución que, por regla, es distributiva, es decir con varias voces, y que pone pues, como tal, al percipiens, pretendidamente unificador, como equívoco”.

Desde los comienzos de su enseñanza Lacan, da cuenta de que, lo que queda elidido en las psicosis es parte fundamental de lo que constituye el discurso de los sujetos.

Al no estar instaurado este significante, el discurso del sujeto queda fuera. Inmerso en la certeza, ahí donde no cabe el orden de la creencia podemos escuchar los diferentes aspectos lingüísticos que hacen a la psicosis tan peculiar: Los neologismos, las interrupciones en los enunciados índice que dan cuenta de la posición del sujeto y, sobre todo el despliegue de un discurso delirante, que le da ese carácter sorprendente a la psicosis.

Atrapados entre el Ideal y la persecución por parte del Otro, las psicosis son aquello de lo cual lo inconsciente hace su manifestación más sorprendente, debido a que hacen patente la manera en como los seres humanos son parasitados, absorbidos, alienados, atravesados por el lenguaje, el máximo equivoco del ser humano con respecto a lo que lo constituye como existencia que va más allá, mucho más allá de una imposible posición de centro con respecto a sí, eso es de lo que da cuenta el delirio.

De la forclusión, a lo forcluido, lo que quedo fuera o dentro, lo que hace de punto de capitón o de cuarto redondel, de los nombres del Padre con mayúscula o no, que errantes andan y sin rasgo unario del cual podemos hablar de la no función de este mismo en una fórmula matemática, de la cual, al no estar encarnado este elemento en el sujeto, lo deja a expensas del Goce del Otro, conjunción de lo imaginario y de lo Real, conjunción que deja lo simbólico fuera de la posibilidad de poder dar cuenta del cuerpo por parte del sujeto, de poder localizar en dolor, o el malestar con una palabra que haga sentido para con los otros.

El sentido en el delirio psicótico va hacia otra dirección, se dirige a una “estabilización” de la incontinencia del significante.

Es en este momento que nos podemos plantear una pregunta con respecto a esta incontinencia, ¿a qué responde la misma?

Sin duda responde a algo a lo que el sujeto no puede responder de primera instancia. Al hacer una llamado al Otro con mayúscula, el sujeto se encuentra con un vacio pero ¿que vacio? ¿Con que tipo de agujero se topa el sujeto que lo deja en un momento de perplejidad?

Lo que caracteriza a la psicosis es la deslocalización de un goce, que en este caso es Goce Del Otro, porque atañe al cuerpo, atañe a lo que del cuerpo no puede ser referido por esa falta de la significación fálica, no es goce fálico que localiza el placer sexual en el órgano, que posiciona a los sujetos en su quehacer sexual.

Hay algo que agregar a esta situación. Sin duda, lo que no aparece y se manifiesta en el que hacer sexual del sujeto en la psicosis atañe a la cuestión de la relación sexual y de la no inscripción de la misma, pero también podemos agregar, sin tener que alejarnos de esta última notación que lo que se trata de reconstruir en el delirio es un movimiento que atañe al linaje. En la psicosis hay ya sea una reconstrucción fallida, en el delirio, de lo que falló en primera instancia en el anudamiento de los tres registros, o sea el cuarto termino, el de la nominación.

Un Nombre propio posibilita la posición del sujeto con respecto a lo que lo antecede como historia de su propio linaje, de lo que lo antecede en términos simbólicos. Uno se reconoce en función de lo que le antecede, de lo que ya está ahí e inclusive de lo que se ha ido.

Es en el saber hacer de cualquier sujeto que lo sumerge en una experiencia que lo dirige hacia el Otro. Pero que como señala Jacques Lacan: “Es el arte, el artificio, lo que da al arte del que se es capaz un valor notable, porque no hay Otro del Otro que lleva a cabo el juicio final.”

Entonces una de las formas múltiples de la reparación de la reparación del lapsus en el nudo borromeo como tal, es dar cuenta de la posibilidad de hacerse un nombre, un nombre propio que queda como testimonio de lo que el sujeto, en su saber hacer aporta a los otros, al Otro, barrado, incompleto.

La huella siempre se dirige al ausente y lo que queda de nuestra propia ex sistencia, como testimonio de lo que se fue en algún momento, es una forma de dar cuenta de lo que Heidegger nombra como ser para la muerte, que se da en función de lo que se será o las posibilidades del ser en función de que estamos determinados por nuestra propia finitud.

La escritura, la inscripción, deposita algo del sujeto, algo de sí que deviene signo a interpretar, del que podremos dar testimonio, opinión pero que siempre será derivado del sentido original en el que el autor construyó.

Extimidad, publicación, escucha, espacio, dan cuenta de que, la posibilidad de la inscripción en las psicosis no puede no ser sin un lugar que sostenga esta misma. Ante la clínica del fracaso tenemos la posibilidad de la huella, la inscripción siempre dirigida al Otro que no cae juicio absoluto o final de cualquier tipo de obra.

Pero para poder dar cuenta de esto, de ese lugar, es en la locura o a partir de la locura que está se ha podido expresar casi en la clandestinidad, en el encierro, como algo insoportable para los otros, no porque no tenga sentido, al contrario lo tiene de manera excedida, de hecho solo lo Real forcluye el sentido, si no solamente porque no tiene lugar.

Y es precisamente de lo que hablaremos a continuación de un lugar donde se pueda dar la Inscripción en las psicosis, la posibilidad de la inscripción……